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Tartu

  • Foto del escritor: Natalia Hermoso Martínez
    Natalia Hermoso Martínez
  • 4 mar 2017
  • 8 Min. de lectura

Buenas de nuevo amigos!!

En el anterior blog viajamos a Münich la tercera ciudad más habitada de Alemania y esta vez viajamos a Tartu. Perteneciendo a Estonia, es la segunda ciudad más grande del país. Tiene casi 100.000 habitantes y su extensión es de casi 40km².


Este viaje lo realicé con dos compañeros de la universidad. La idea de que acabásemos allí fue de otro de nuestros compañeros, Germán. Él tenía una novia de Tartu, así que pasaba allí sus vacaciones y nos estuvo esperando en el aeropuerto para recogernos.

Para llegar a esta población primero hicimos escala en Riga y allí cogimos un avión tan pequeño que parecía de la Barbie. De hecho estábamos en la última fila, la cual correspondía a la número once. El trayecto, según recuerdo duró a penas 45' así que según acabábamos de ascender, ya estábamos descendiendo a la mini-pista de su mini-aeropuerto. La terminal constaba de dos o tres salas, la de entrada y la de espera para el embarque o salida de la terminal. La sorpresa a la vuelta del viaje fue ver cómo los 3 o 4 trabajadores del avión eran los mismos que te facturaban, que te hacían pasar por el arco de seguridad y te servían en el avión. El aeropuerto más gracioso y familiar que he visto jamás.

No hice fotos en el momento pero he cogido estas de internet.


Nos alojamos en casa de la novia de nuestro amigo Germán gracias a la hospitalidad de los padres de ella.

Dejamos las maletas y nos dispusimos a dar nuestra primera vuelta para poder conocer la ciudad. Paseando te das cuenta de que las casas de madera recuerdan mucho a aquellas que todos hemos visto en "Pipi Calzaslargas".


Además de casas de madera, muchos de los edificios están hechos de ladrillo, lo que contrasta y encaja a la perfección con el verdor de la ciudad. Paseando junto a uno de esos edificios vimos como había gente bien vestida dispuesta a celebrar algo, al parecer una graduación.

Según nos contaron, allí es muy común que cuando haya una celebración importante, graduación, boda, el día del país... la gente lleve en alguna de las partes de su vestuario los colores de la bandera de Estonia en honor a su nación.

La bandera de su país fue re-establecida en 1990 tras independizarse definitivamente de la invasión de la Unión Soviética. El simbolismo de cada uno de los colores es variante pero uno de los que más me gusta es el parecido con el paisaje común del país, sobretodo en invierno. El blanco de los campos nevados bajo la oscuridad de los bosques de pinos en una noche azulada.

Además es bonito ver cómo la mayoría de edificios y casas tienen su bandera decorando la entrada y en este caso, junto a la bandera de Tartu.


Callejeando llegamos hasta un edificio llamado Lille Maja (Casa de las flores) donde Germán nos contó que estuvo un tiempo de voluntariado europeo. Es un edificio dedicado a actividades para niños.

Si eres joven y con ganas de aprender nuevas culturas, te recomiendo que te informes sobre el Voluntariado Europeo y así vivir nuevas experiencias.


Paseando de camino al centro por una de las calles principales, Ülikooli, nos encontramos con el Teatro de Tartu. Allí fue donde Germán dijo en alto uno de sus deseos, "Un día me gustaría actuar allí". Su deseo se cumplió y ha estado actuando como tenor en alguna de óperas.

Llama la atención algunas de las esculturas que encuentras por el camino. Una de las cosas que nos hizo bajar la vista al suelo, fue una hilera de tortugas donde en cuyo caparazón tenía tallado el mapa de Estonia así como un punto donde situar la ciudad de Tartu.


Junto a aquellas tortugas había un restaurante encabezado por dos estatuas sentadas. Ese restaurante y una de las figuras honorifican al escritor y periodista estonio Eduard Vilde.


A pocos metros de ese punto, nos encontramos el centro de la ciudad encabezado por la plaza Raekoja Plats (Plaza del Ayuntamiento). Allí se vive una plaza llena de vida ya que se sitúan muchos bares y cafés donde poder pasar una agradable tarde contemplando el ayuntamiento o el Museo del Arte llamado Viltune Maja (Casa torcida). Los edificios que rodean la plaza son impresionantemente bonitos y de un color blanco inmaculado o en su defecto colores muy claros.

El edificio del ayuntamiento se construyó entre 1782 y 1789 de estilo clásico, barroco y rococó.


En la plaza encontramos una estatua de dos estudiantes universitarios besándose bajo un paraguas. Esta estatua representa a una ciudad importante debido a que tienen la universidad más antigua y prestigiosa del país. Un quinto de su población es estudiante.

En la misma plaza había un lienzo donde meter nuestras caras y así vestirnos rápidamente con los trajes típicos de la zona. Una escena graciosa que nos hace aprender un poco más sobre la cultura estonia.

Nos metimos por una de las calles aledañas (Rüütli) y allí continuaba la zona comercial donde pudimos cambiar además algo de dinero. Nosotros estuvimos en 2010 y aún usaban coronas. Hasta el año siguiente no se incorporaron al euro.

Además allí comimos en una crepería y luego seguimos paseando. Por esa zona nos quedamos pegados al cristal de una gran tienda de música, bajo un hotel céntrico nos hicimos amigos de la selección japonesa de Pinpong los cuales competían allí y vimos desde abajo un edificio que alojaba el garito de moda donde iríamos una de las noches.


Al final de la calle a mano derecha se sitúa el Jardín botánico universitario donde mis amigos entraron uno de los días mientras yo (como buena atleta) aproveché para entrar en la pista cubierta de atletismo. La pista estaba apenas un kilómetro del botánico teniendo únicamente que cruzar el río Emajõgi el cual atraviesa toda la ciudad.


Volviendo a la calle Rüütili y girando por la calle Lutsu, encontrarás la iglesia de San Juán (Jaani kirik). La iglesia más antigua de Tartu datanda en el s.XIV, fue bombardeada por los soviéticos y no fue hasta 2005 cuando se volvió a abrir una vez ya restaurada.

Cuando nosotros entramos, disponía de fotografías y objetos que hacían de esta iglesia un museo. Además accedimos hasta su campanario para poder ver desde las alturas toda la ciudad.

Mientras nos dirigíamos hacia el Mänguasjamuuseum (Museo del juguete) al final de la calle anteriormente citada, seguimos disfrutando del encanto de sus calles y de la belleza de sus edificios.


Entramos en el museo y pudimos disfrutar de una infinidad de juguetes desde varias épocas atrás hasta algunos más actuales. Realmente curioso además teniendo en cuenta que la inmensa mayoría ni los conocíamos.


Junto al Museo del Juguete, tras el ayuntamiento y al final de la calle donde encontramos la estatua de Eduard Vilde, se alza la colina de Toomemägi donde se encuentra el parque Tomomemäe. En lo alto del cerro se encuentra una catedral derruida, la más antigua de la zona. Además entre sus senderos encuentras el Puente del Ángel construido y dedicado al emperador Alejandro I quien firmó el tratado de la fundación de la Universidad de Tartu. En contraposición se encuentra un Puente del Diablo. En medio y a un lado de ambos puentes se encuentra el Teatro viejo anatómico. En una de sus salas vimos la primera noche una película antigua en inglés. Al parecer nos pilló en medio de una semana donde se proyectaba cine y fue una actividad curiosa donde poner a prueba nuestro oído para poder así comunicarnos mejor con la gente.


Saliendo del parque y justo tras el ayuntamiento, hay un edificio que tapa las vistas de la Universidad de Tartu. Por ello, dibujaron un fresco del paisaje trasero en una de sus paredes. Una imagen en la que se puede ver a gente de la época en la que se edificó (1632).

Atravesamos de nuevo la Plaza del Ayuntamiento y nos acercamos al río para poder montarnos en un barco vikingo. Montados en uno de los pequeños barcos, pudimos recorrer parte del río Emajõgi y ese recorrido nos dejó bonitas estampas. Casas viejas con encanto, puentes que ayudan a mantener la unión de la ciudad, diferentes tipos de "playas" donde pasar una agradable tarde de verano, un bonito atardece...


Cuando dimos la vuelta y ya cerca del final del recorrido nos empezó a diluviar, así que nos tuvimos que meter en el barco. Al acabar la travesía tan solo paseamos unos pocos minutos más bajo la lluvia. A pesar de ser un diluvio no nos importaba. Hasta la ropa interior estaba calada pero ahí fue cuando nos dimos cuenta de que la lluvia no era fría. No me importaba seguir andando sobre calcetines mojados porque no sentía incomodidad.

Aunque vieses 16 grados en un termómetro de Estonia sentías como 20 grados madrileños.

El clima no es muy caluroso, no hace un sol radiante y picante pero sí puedes pasear perfectamente de corto en su verano como si fuese nuestra primavera. Un país que se encuentra entre el clima continental y el atlántico hace de él un país templado. Perfecto para aquellos que pensáis norte=frío, Estonia os ayuda a no desperdiciar unas vacaciones de verano un poco más llevaderas que en las partes ardientes de España.


Si sentís curiosidad por la cultura de Estonia, os recomiendo mucho visitar el Museo Nacional. Allí podréis ver objetos, ropajes, fotografías y datos de toda la historia del país desde varios siglos atrás. Lo más interesante fue ver las ropas que utilizaban en época vikinga donde te das cuenta de lo bien preparados que van para el frío invierno. Otra de las partes interesantes es el contraste y cambio radial que se creo a raíz de la época soviética.


Si lo que te interesa es la gastronomía hay que decir que estos nórdicos comen bastante sano y equilibrado. Además tienen su propia bebida llamada Kali. Ligeramente alcohólica y de sabor dulce. Sus dulces son también dignos de probar y también disponen de una gran variedad de chocolates. Allí conocí mi chocolate favorito hasta día de hoy. Chocolate blanco con frutos del bosque un auténtica delicia.

Allá por 2010 antes del euro, la comida era bastante barata. Platos de calidad y bien presentados costaban al rededor de unos 4 euros, mientras que en España el mismo plato te lo pondrían por 20€.


Estuvimos una tarde cenando en uno de los puntos de interés de la ciudad. Se llama Püssirohu Kelder y y es un restaurante - pub construido dentro de una inmensa cueva donde guardaban pólvora hace ya más de tres siglos. Este restaurante es el considerado con el techo más alto del mundo (10.2m). Aquí puedes pedirte su plato más único y especial, el llamado Solyanka en una olla de pan. Este plato es como una sopa de carne, pescado y verduras.

Y si quieres descifrar qué platos quieres pedir, mejor pon a trabajar el traductor porque la mayoría de cartas vendrán en estonio.

Curiosidades del lugar:

Para facilitarle la vida sobretodo a los extranjeros, hay wifi abierto en todo el país. Puedes tomarte algo en un bar o incluso viajar en autobús enganchado a Internet. Algo muy útil sobretodo para usar el traductor o el famoso Skype para poder hablar con tus familiares y amigos. Dicha aplicación además fue inventada y desarrollada en Estonia, siendo así su invento más famoso.

La mayoría de los habitantes hablan al menos tres idiomas siendo el Inglés el segundo idioma de la juventud y el Ruso para aquellos mayores de 50 años los cuales lo aprendieron debido a la invasión Rusa.

Paseando por la periferia puedes encontrarte con los edificios cuadriculados de estilo soviético que contrasta con la arquitectura del resto de ciudad.

Gran parte de los habitantes disponen de sauna en su propio hogar por lo que hacen de ello una práctica habitual. Nosotros pudimos disfrutar de la sauna familiar. Es muy común que pasen un calor infernal en ella y acaben saliendo para tirarse sobre la nieve del invierno. Quizás sea el secreto de su piel saludable.

El Estonio se parece ligeramente al finés pero no se parece en nada al resto de sus vecinos aledaños. Al oído parece una lengua de Tolkien.

Las coronas que usaban hace años parecían curiosamente billetes del Monopoli. Por aquél entonces 14 coronas eran igual a 1 euro.


Estonia durante años llevó a cabo la llamada "Revolución cantada", Dicha revolución fue algo insólito ya que no hicieron uso de la violencia para pedir su independencia. El pueblo se unió para cantar al unísono la canción que le concedería más tarde su propia identidad como país. Así fue como consiguieron separarse de los problemas personales entre Alemania y Rusia.


Darle las gracias a Triinu, a sus padres y a sus vecinos por ayudarnos y hospedarnos.

Hasta aquí todo nuestro paseo por Tartu, próxima parada rumbo a la isla de Saarema a más de 260km hacia el noroeste.

Espero que sigas viajando con Alane ;)

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